El 11 de marzo de 2005, a la edad de 84 años, dejó de existir la Sra. Clotilde Bartolomé. Quienes fueron sus compañeros a lo largo de los 30 años que trabajó en el IAR la recuerdan de esta manera.
 
– El Dr. Ricardo Morras, Director del IAR
Ejercer la Dirección del Instituto me ha colocado en la triste situación de tener que dar a conocer a muchos colegas, a través de esta página, la triste noticia del fallecimiento de la entrañable Clotilde Bartolomé, ocurrido el día 11 de Marzo del corriente.
Ya no estará entre nosotros «Cloti» o simplemente «la Vieja», como la llamábamos todos aquellos que supimos conocerla y fuimos sus hijos postizos.
Son múltiples los recuerdos y anécdotas que tenemos (y que de ahora en más atesoramos) todos aquellos que fuimos sus compañeros de trabajo, que hoy estamos trabajando en el IAR y/o en distintos lugares del mundo.
VIEJA QUERIDA: tu nombre y tu recuerdo ya está asociado a la historia del Instituto. Gracias por todo lo que nos diste.
RICARDO
 
– El Dr. Esteban Bajaja
Clotilde apareció en el IAR en Septiembre de 1966, el año en que se inauguró la primera antena, acompañada de su esposo Adolfo Cortiñas. Ambos ocuparían la casa que servía de alojamiento para los caseros y de comedor para el personal.
Mientras hacían por primera vez el largo camino (1500 m).entre el Camino Gral. Belgrano y el Instituto, cuáles serían sus pensamientos al verse rodeados de grandes extensiones de campo y solo allí, al final, los altos eucaliptos que marcaban, desde 1963, la entrada al IAR.
¿Cómo sería la vida en ese lugar tan alejado? ¿Cuánto tiempo resistirían? De todos modos, fueron contratados y se instalaron en la casa. Sus funciones: Clotilde la limpieza y la cocina, Adolfo el mantenimiento técnico ligero (luz, agua, gas, etc.)
Sólo los que quedamos de aquella época podemos dar cuenta del cambio que se produjo en la vida del Instituto, sobre todo como consecuencia de la personalidad y de las cualidades de Clotilde. Su dominio de la cocina y su honestidad hicieron finalmente del comedor, al mediodía, el lugar de reunión esperado y disfrutado. Atrás quedaron las desconfianzas por el manejo de las compras y los malhumores por los menús limitados y desagradables. El placer de disfrutar de los platos de Clotilde estaba, además, acompañado siempre por su control rezongón de todo y de todos y que, por su dosis de humor y bondad, sólo podía generar una sonrisa o una repuesta con el mismo tono.
Lo mismo pasaba con la limpieza, el mantenimiento del parque, el cuidado de las cosas. Su vigilancia alcanzaba a todos y todos, alguna vez, se habrán sentido molestos pero todos reconocían que gracias a ese cuidado podíamos estar tranquilos y confiados que el IAR estaba bien cuidado, por Clotilde y por Adolfo, que también contribuía a mantener funcionando lo que le competía cuidar. En realidad, al vivir en el IAR, Clotilde sentía que todo formaba parte de su propiedad, la que tenía que cuidar, incluyéndonos a nosotros que pasábamos a formar parte de su familia. Porque eso es lo que Clotilde fue para todos, como una madre que debía alimentarnos y mantener la casa en orden.
Clotilde pudo ingresar a la Planta Permanente del CONICET, como Auxiliar de Servicio, en 1968. Su compañero Adolfo la dejó muy pronto sola, en 1971, al fallecer tras una corta pero dolorosa enfermedad. Clotilde pudo seguir viviendo y trabajando en el IAR gracias a la fuerza que le daba la responsabilidad de cuidar del Instituto y al apoyo de la gente. En 1983 pudo ingresar a la Carrera del Personal de Apoyo, en la categoría de Artesana, gracias a su especialización como encuadernadora. Aunque otras personas se encargaron de la cocina, el control de la misma estuvo siempre bajo su responsabilidad.
Al jubilarse en 1996, el orden y la disciplina impuestos por Clotilde siguieron manteniéndose y, de alguna manera, conservaban su presencia en el IAR, presencia que se hacía real en cada aniversario del IAR y en las reuniones de fin de año. Su última presencia en el IAR se verificó el 30 de diciembre de 2003 cuando se la homenajeó dándole su nombre al comedor. Una cruel enfermedad, del mismo tipo que la que tuvo su marido, se la llevó también a ella el 11 de marzo pasado.
Ya no la veremos moviéndose ágilmente por el parque del IAR ni oiremos sus rezongos por tantas razones valederas ¡a menos que se las arregle para hacerlo a través del radiotelescopio y desconcierte a los buscadores de vida extraterrestre!
 
– El Ing. Emilio Filloy, ex integrante del IAR.
Hablar de Clotilde implica una convocatoria a la ternura, respeto, admiración, cariño… en fin… a todo lo que enaltece y dignifica a una persona y enorgullece a quienes hemos tenido la inmensa fortuna de compartir sus tiempos y ser parte de sus preocupaciones. Ser humano notable, tiene en nosotros un lugar junto a los más queridos de nuestras familias.
Esto es lo personal y no se necesita abundar con más adjetivos.
Pero lo más notable es pensar en el significado de Clotilde para el Instituto. Es el símbolo de un tiempo de creación, de aventura, de ideas y de pasión por una empresa llevada a cabo en tiempos difíciles. Protagonista y compañera de victorias y fracasos, optimista y motivadora, nos ha ayudado y sostenido en frecuentes épocas de pobreza haciendo trascender su palabra cálida aún cuando fuese ella misma quien la necesitara. Ni Técnica ni Científica, queda la sensación que hubiésemos sido todos mucho menos si la capacidad aglutinante de Clotilde no se hubiera manifestado. Cuando la vida la dejó sin su compañero, redobló sus esfuerzos con ejemplar entereza dando un ejemplo cotidiano de fortaleza y sentido común.
Si para el Instituto es un símbolo de una época, es también notable la imagen que Clotilde dejó en cada uno de los visitantes al IAR de dentro y fuera del país.
Compensó con calidez las carencias del Instituto y con inigualable simpatía las mezquindades económicas del Conicet. Los saludos para Clotilde fueron enviados con todas las tonadas y también en varios idiomas.
VIEJA, LA QUIERO MUCHO
DESCANSE EN PAZ
Emilio Filloy
 
– El Ing. Juan José Larrarte, integrante del Personal de Apoyo del IAR.
Mi Querida Vieja,
Me resulta muy difícil expresar lo que Usted ha significado en la vida del Instituto. Mucho más aún, si esa tarea ya la han emprendido Esteban Bajaja y Emilio Filloy. Quiénes mejor que ellos, que la conocían desde aquellos días épicos de la vida del IAR.
Entonces me quedo con lo que Usted., Mi Querida Vieja, ha representado para mi. Usted ha significado una fuente inagotable de cariño y entrega. Un cariño tan cálido y abarcador que me llevó a considerarla mi segunda madre. Una entrega tan amplia y desinteresada que no tenía límites en sus gestos.
Usted, Mi Querida Vieja, me ha enseñado, con su ejemplo, a amar al Instituto y ahora voy tras sus pasos, a partir de la última huella que ha dejado….
Juanjo.
 
– El Dr. Juan Carlos Cersósimo, ex científico del IAR, actualmente reside en Puerto Rico.
Me siento muy consternado y triste por el fallecimiento de Clotilde.
Creo que la actitud de Clotilde hacia el instituto es un ejemplo que se debe copiar.
No tengo palabras para describir a nuestra amiga Clotilde. Fue muy importante para cada uno de nosotros, constituia el orden y la imposición de las reglas. Elementos fundamentales que si no se tienen, no se llega a nada.
He perdido una amiga.
Cerso
 
(Marzo 2003)