Año 20 Número 76 – Marzo 2022

Por Leandro Abaroa

Murciélagos sobrevuelan la noche de luna creciente. Mujeres de distintas edades forman una ronda y, en su centro, un macho cabrío se erige portando una corona de hojas de vid: son brujas en un ritual pagano que están dando como ofrenda sus hijos a la representación animal de Satanás. Es El Aquelarre. Una obra de 1798 del pintor español Francisco de Goya, en la cual el artista intentó plasmar las supersticiones de la época.

El Aquelarre. Francisco de Goya, 1798 (dominio público).
El Aquelarre. Francisco de Goya, 1798 (dominio público).

Las supersticiones estuvieron presentes a lo largo de toda la historia de la humanidad. Estas son derivaciones del pensamiento de carácter mágico, que lleva a una persona a establecer relaciones entre acciones y efectos que están causalmente desconectados. Durante milenios muchas supersticiones persistieron, otras caducaron y algunas otras emergieron. Estas solo empezarían a verse parcialmente contrarrestadas a partir del Renacimiento, principalmente durante el Siglo XVII, con el nacimiento de lo que hoy llamamos ciencia y lo que en su momento se describía como filosofía natural. Fue entonces cuando comenzó a ponerse de manifiesto la relevancia que podría tener el uso de la razón en la transformación y mejora de todos los aspectos de la vida humana.

Existen en la actualidad creencias y supersticiones de toda clase. Algunas persisten desde hace siglos y otras emergieron hace relativamente poco tiempo. Algunos ejemplos son la creencia en la telepatía o la telekinesis (comunicarse a través de, o mover objetos con la mente); la superstición asociada a la mala suerte que traen algunas situaciones como caminar por debajo de una escalera, cruzarse un gato color negro o abrir un paraguas en una habitación; y la criptozoología, que es la creencia en animales cuya existencia nunca se comprobó (como lo son el chupacabras o el Monstruo del Lago Ness).

Expondré en las líneas que siguen por qué pienso que la astrología también es una forma del pensamiento mágico moderno. Intentaré en primer lugar contar el origen de la astrología, caracterizarla y describirla, luego explicarla bajo argumentos científicos, contar quiénes y por qué creen en ella, y finalmente establecer las diferencias básicas entre los conceptos de ciencia y pseudociencia.

Orígenes

El célebre cometa Halley, proveniente de la lejana nube de Oort, completa su órbita en torno al Sol una vez por siglo (cada 75 años, aproximadamente). Su visita en el S. XI se dio el año 1066, y se correspondió con la invasión normanda de Guillermo El Conquistador, quien depuso al sajón Haroldo II, coronándose así rey de Inglaterra en la navidad de aquel año. Esta coincidencia entre la observación del cometa y la caída del reinado implicó una asociación directa a estos eventos astronómicos como instrumentos del diablo. Era natural entonces que los reyes y nobles de la época contrataran a personas que pudieran estudiar los astros, predecir nuevos avistamientos y así poder prepararse para la tragedia venidera. En un segmento del tapiz de Bayeux, bordado años después de la conquista de Guillermo, se representa el terror de la población al ver el cometa.

Tapiz de Bayeux. Artista desconocido, S. XI (dominio público).
Tapiz de Bayeux. Artista desconocido, S. XI (dominio público).

Durante muchos siglos la astronomía y la astrología fueron de la mano. Quien estudiaba los astros y sus posiciones también oficiaba muchas veces de consultor de reyes o sacerdotes, prediciendo los comportamientos en el cielo y aconsejando a sus empleadores. Con el advenimiento de la actividad científica estas disciplinas comenzaron a distanciarse entre sí. La astronomía se dedicó a estudiar los cómo y por qué del cosmos bajo una metodología y fundamentación científica. La astrología, en cambio, continuó ofreciendo predicciones sobre guerras, pestes y sequías, mediante una interpretación simbólica de los cielos. Y cuando no había nada que predecir, las predicciones sobre el futuro se inventaban.

¿Qué es la astrología?

La astrología establece que existe una relación de causa-efecto entre la posición de los astros en un determinado momento, y el destino que le depara a una persona, grupo de personas, sociedad o nación.

La Tierra completa una vuelta alrededor del Sol al cabo de un año. Pensemos por un momento, y por cuestiones prácticas, que desde el punto de vista nuestro es el Sol el que orbita en torno a la Tierra.

Representación del movimiento aparente del
Sol en torno a la Tierra. Cada uno de los
símbolos representa un signo zodiacal,
habiendo 12 en total (uno para cada mes del
año). Créditos: De Macalves
Representación del movimiento aparente del Sol en torno a la Tierra. Cada uno de los símbolos representa un signo zodiacal, habiendo 12 en total (uno para cada mes del año). Créditos: De Macalves.

Si dividimos la órbita en 12 partes aproximadamente iguales (30º en el cielo), podemos identificar al zodíaco.

Los signos zodiacales representan las constelaciones, que son figuras imaginarias inventadas por el Hombre, ubicadas en el plano del cielo, formadas por estrellas que no tienen necesariamente relación alguna entre sí. Las distintas civilizaciones han interpretado de manera arbitraria un mismo conjunto de estrellas de diferente manera, por lo general motivadas por las épocas y las circunstancias que las rodeaban. Por ejemplo, tal como nos cuenta Carl Sagan en la serie Cosmos, la asociación de 7 estrellas que para los griegos es un oso, para el norte de Europa es un carruaje, y para los egipcios… un toro empujado por una persona levitando, ambos siendo observados por un hipopótamo con un cocodrilo a cuestas. Imaginativos los egipcios, ¿no?.

Según la astrología, las personas tienen asociado un signo zodiacal dependiendo de dónde se encuentran el Sol y otros astros en el momento en que uno nace. Esto es lo que conocemos como horóscopo, y basta ver el horóscopo de distintos periódicos un mismo día y un mismo signo del zodíaco para notar las discrepancias que hay en las predicciones que se realizan. Mientras el diario A augura que “hoy te irá bien”, el diario B plantea que “hoy será un día de complicaciones”. Los horóscopos se caracterizan por la ambigüedad, de manera que podemos realizar muchas interpretaciones distintas a partir de un mismo enunciado.

La noche estrellada sobre el Ródano. Vincent van Gohg, 1888. En el centro del
cielo de esta pintura del artista neerlandés pueden verse las 7 estrellas que
conforman la constelación de Osa Mayor (dominio público).
La noche estrellada sobre el Ródano. Vincent van Gohg, 1888. En el centro del cielo de esta pintura del artista neerlandés pueden verse las 7 estrellas que conforman la constelación de Osa Mayor (dominio público).

Inconsistencias

La precesión es un efecto que experimenta la Tierra debido al tironeo gravitacional del Sol, la Luna y los planetas —es un efecto similar al del cabeceo de un trompo que tiende a caer cuando disminuye su velocidad de rotación. Debido a este efecto, en un período de 26.000 años, el eje de rotación de la Tierra completa una vuelta entera (360º). En 2.000 años, entonces, el eje de la Tierra habrá precesionado en el cielo el equivalente a unos 30º: es decir, el equivalente a una constelación. Esto significa que cuando nos referimos a que somos de tal o cual signo, en realidad tenemos asignada otra constelación del zodíaco, porque cuando se adoptó el horóscopo hace algunos milenios la configuración era distinta. Por ejemplo, yo nací un 7 de Mayo y según el zodíaco soy de Tauro, pero en esa época del año actualmente ¡el Sol en realidad está en Aries! Además, la constelación de Ofiuco no es tenida en cuenta en el zodíaco aunque el Sol “pase” durante una buena parte del año allí. Esta constelación es suprimida por la astrología y reemplazada por Escorpio.

Por otro lado, los calendarios no tuvieron siempre 12 meses, ni empezaron en la misma época del año, ni tampoco los meses tenían la misma duración que en la actualidad. El calendario es una convención que fue cambiando durante los siglos hasta alcanzar la configuración actual. Es decir que las predicciones que se refieren a una época no son admisibles en otra.

Plutón, descubierto en 1930, dejó de ser considerado un
planeta por la comunidad astronómica en 2006. Créditos:
NASA (dominio público).
Plutón, descubierto en 1930, dejó de ser considerado un planeta por la comunidad astronómica en 2006. Créditos: NASA (dominio público).

¿Qué hacemos con Plutón? Descubierto en 1930, ya no es más considerado planeta… ¿dejó de influenciar en la vida de las personas cuando perdió la categoría de planeta? Los asteroides de gran tamaño, como Ceres y Vesta (ubicados en el cinturón de asteroides, entre las órbitas de Marte y Júpiter), ¿por qué no son considerados también influyentes por la astrología?

Supongamos, sin embargo, que tenemos en cuenta estas y otras consideraciones astrométricas y logramos eliminar estas inconsistencias. Aunque logremos hacer esto, el horóscopo nos ofrecería en total 12 personalidades distintas para toda la humanidad: una correspondiente a cada signo zodiacal.

Alguien que lee estas páginas podría objetar la descripción anterior diciendo que el horóscopo es astrología obsoleta. Que la astrología se modernizó y actualmente opera de otra forma, por ejemplo, a través de la realización de cartas astrales. ¿Qué son estas cartas astrales? En ellas, los astrólogos tienen en cuenta no sólo al Sol, sino también a la Luna y los planetas. No solo consideran dónde están ubicados estos cuerpos del Sistema Solar, sino también cómo se relacionan espacialmente entre sí (si están opuestos en sus órbitas o más bien alineados, si forman una “L”, etc.), si son ascendentes o descendentes. Uno puede tomar los datos astronómicos reales —por ejemplo, provistos por la NASA— y, de acuerdo a cómo se ubican los astros en la carta astral de una persona, sacar ciertas conclusiones utilizando geometría y trigonometría básica. De esta manera las cartas astrales pueden definirnos como personas, predecir nuestro futuro a corto y largo plazo, e indicarnos qué decisiones tomar respecto a algún tema particular de interés.

Cómo explicar la astrología

Supongamos que realizamos todos los cálculos necesarios con gran precisión de tal manera que podemos conocer la posición exacta de cada uno de los cuerpos del Sistema Solar. ¿Qué influencia pueden tener sobre la Tierra? ¿Será la misma para todos los humanos? ¿La influencia puede existir de manera personalizada para cada uno de los 8 mil millones de humanos? ¿Esta influencia no afecta a los animales, plantas u hongos? ¿Afecta a una sociedad entera o nación? ¿Aplica de igual forma a otros sistemas planetarios? Si ese es el caso, ¿cómo afectamos nosotros desde la Tierra al destino de un exoplaneta? ¿Cómo nos afecta en nuestro destino el paso de una onda gravitacional provocada por la fusión de dos agujeros negros que distorsiona nuestro espacio-tiempo? La astrología no parece ofrecer respuestas a estas preguntas.

Las interacciones entre las cosas que existen no son sino la acción de una cosa sobre otra. Cuando una cosa actúa sobre otra de tal manera que produce un cambio en su estado, decimos que ha ocurrido una interacción. A ese cambio de estado lo llamamos evento, y a una sucesión de eventos la llamamos proceso. A una colección de procesos la llamamos mecanismo.

Si queremos explicar cualquier cosa, debemos conjeturar o exhibir los mecanismos legales que hacen que el sistema funcione como lo hace. Esta legalidad implica que en toda interacción se deben respetar las leyes de la naturaleza (en particular, la meta-ley o principio de conservación de la energía, que es válido siempre). Es por eso que no podemos teleportarnos o que la telekinesis no es menos ficticia que la magia: en ambos casos se estaría violando el principio de conservación de la energía.

¿Es posible exhibir los mecanismos legales que justifican la astrología?

Los objetos astronómicos no pueden interactuar con una persona de manera directa o mediante el contacto, porque están muy lejos. La única forma que tienen de interactuar es a distancia. ¿Qué tipo de interacción puede existir entre esos cuerpos celestes y una persona? Si tomamos el modelo estándar de la física podemos identificar 4 interacciones fundamentales: gravedad, electromagnetismo, interacción nuclear débil y nuclear fuerte. Las interacciones nucleares actúan a escalas sub atómicas, sobre las partículas llamadas quarks, las cuales componen por ejemplo a los protones (la interacción débil actúa también sobre los leptones, como lo son los electrones). Esto significa que la única manera que tienen los astros de interactuar con nosotros es a través de la gravedad o el electromagnetismo, fuerzas que pueden actuar a grandes distancias.

Las partículas elementales (en violeta y verde) y los cuantos o bosones de interacción de los distintos campos. Créditos: De Fabsanhvasq
Las partículas elementales (en violeta y verde) y los cuantos o bosones de interacción de los distintos campos. Créditos: De Fabsanhvasq.

Si usamos la Ley de Gravitación de Isaac Newton para calcular la influencia gravitacional de Marte sobre un recién nacido, y la comparamos con la influencia gravitacional del médico presente en el parto, encontramos que la relación entre las fuerzas de gravedad ejercidas es la siguiente:

Influencia gravitacional obstetra = 10 veces Influencia gravitacional de Marte

Es decir que si realmente la gravedad puede influir en la personalidad de un sujeto al momento de nacer, ¡deberíamos prestarle más atención al obstetra y a las personas en la sala, que al propio planeta Marte!

Por otro lado, si uno nace en una habitación cerrada, la luz que refleja Marte del Sol no nos llegará. La parte visible del espectro electromagnético que refleja Marte no puede alcanzarnos. Influye mucho más el electromagnetismo producido por los distintos artefactos en la sala de parto (máquinas, computadoras, lámparas), que lo que puede llegar a influir un planeta lejano.

Si por el contrario algún astrólogo afirma que en realidad la influencia planetaria sucede por ‘efectos cuánticos’ habría una enorme inconsistencia: las escalas en los procesos cuánticos son del orden de la Longitud de Planck, que es de 10-35 metros (ó 35 ceros seguidos de un 1)…

Conexión cósmica, falsabilidad y experimentación

Algunos astrólogos podrían argumentar que el presente análisis es de incorrecta aplicación a la astrología, porque en realidad esta actividad trata de o sugiere una conexión cósmica entre los seres humanos y el Universo. ¿A qué conexión se refieren quienes establecen esta relación?

Los átomos que conforman todo lo que conocemos se cocinaron en el interior de las estrellas mediante un proceso conocido como nucleosíntesis (fusión de núcleos de átomos más livianos en núcleos más pesados).

Los átomos que nos constituyen se formaron en el interior de
estrellas que colapsaron. Interpretación artística, artista
desconocido.
Los átomos que nos constituyen se formaron en el interior de
estrellas que colapsaron. Interpretación artística, artista
desconocido.

Es así que en nuestro ADN tenemos nitrógeno, en nuestros dientes calcio y en nuestra sangre hierro. ¿Esto significa que estamos conectados con las estrellas? No necesariamente. Si fuera el caso, ¿por qué deberíamos tener una conexión con las estrellas, y no con el café que tomamos a diario? Si de hecho esta cosa y cualquier otra están constituidas por los mismos átomos que nosotros. Si siento alguna conexión celestial con el cosmos porque mis átomos provinieron de las estrellas, también debería sentir una conexión con cualquier otro objeto, ya que sus átomos provinieron del mismo escenario astrofísico.

A mitad de siglo pasado, el filósofo británico Bertrand Russell postuló que entre las órbitas de la Tierra y Marte había una tetera, imposible de ser observada por su tamaño y lejanía, pero que efectivamente allí se encontraba. Y desafió a demostrar lo contrario a quienes no le creían. Russell ejemplificó con esta tetera planetaria el concepto clave de falsabilidad. Es incomprobable o infalsable que exista tal tetera, de la misma manera que lo es el hecho de que exista una conexión cósmica. Es decir, es deber del astrólogo probar que existe tal conexión cósmica, no es deber del astrónomo probar que no la hay.

En cuanto a la experimentación, todas las pruebas que se realizaron para intentar validar la astrología no otorgaron resultados mejores que aquellos obtenidos casualmente. Por ejemplo, se monitoreó a decenas de miles de gemelos durante varios años para ver si tenían destinos o personalidades comunes; se estudió la compatibilidad entre personas de 30 millones de matrimonios de acuerdo a su zodíaco; se realizaron experimentos con los astrólogos más renombrados del mundo para que establecieran una relación entre distintos niños y sus cartas natales, y los astrólogos no han coincidido en sus predicciones. Estos experimentos, sistemáticos y controlados, sobre la astrología no han arrojado jamás una mayor significancia que la que provee el azar.

Bertrand Russell (1872-1970). Filósofo científico británico,
Premio Nobel de Literatura.
Bertrand Russell (1872-1970). Filósofo científico británico, Premio Nobel de Literatura.

Por qué y quiénes creen en la astrología

Si la astrología no tiene base científica, si esta disciplina nunca ha predicho ni una sola ley natural, si los experimentos a los que se la sometió fallaron sistemáticamente… ¿por qué la gente cree en ella? Listamos a continuación algunas posibles razones:

  • Confusión semántica: el sufijo -logos está asociado a las ciencias (geología, biología, sociología, etc.). Muchas personas piensan que los términos astrología y astronomía refieren a la misma actividad.
  • Necesidad de creer: esta es una actitud milenaria, uno se siente en conformidad depositando de alguna forma el destino en alguien o en algo más, en una sensación de aparente seguridad personal.
  • Costumbre: las creencias son mucho más antiguas que las ciencias. Mientras que la ciencia tiene solo algunos siglos de vida, las creencias existen desde hace milenios.
  • Entretenimiento: las personas acuden a astrólogos para distraerse o pasar el tiempo.
  • Desconocimiento: las personas creen en la astrología porque piensan que está respaldada científicamente.
  • Sentido de mejoría: las personas han recurrido a esta u otra pseudociencia y han sentido una mejoría. En este punto hay que tener en cuenta dos efectos muy importantes: el efecto placebo y el sesgo de confirmación que está asociado al autoengaño (pienso que me va a hacer bien, entonces me hace bien).

El neurocientífico norteamericano Michael Shermer plantea en su libro “El cerebro creyente” que:

(…)Las creencias vienen primero, las explicaciones de las creencias vienen después. Llamo a este proceso ‘realismo dependiente de las creencias’. En el que nuestras percepciones sobre la realidad dependen de las creencias que tenemos sobre ella(…)

Primero elijo con qué cuerpo de creencias me siento cómodo, y luego lo justifico de alguna manera.

Las pseudociencias permean en personas de cualquier clase social, nacionalidad, edad, religión o escolaridad. Es falso que las personas con coeficiente intelectual menor creen más en la astrología. La astrología, como cualquier otra pseudociencia, puede atravesar a todos por igual sin ningún tipo de distinción. En particular, las pseudociencias pueden infiltrarse dentro de las propias disciplinas científicas.

Veamos dos ejemplos de sujetos que alcanzaron altos niveles en el plano político y científico. Por un lado, François Mitterand, que fue el presidente de Francia que más tiempo ocupó este cargo. Él consultaba a una astróloga para tomar distintas decisiones y una de estas consultas fue, por ejemplo, cuál era el día más indicado para lanzar un ataque contra Irak ante la inminencia de la Guerra del Golfo, a principios de la década del ’90. Por otro lado, Kary Mullis, Premio Nobel de química en 1993 por haber inventado la reacción en cadena de polimerasa (PCR). Él no sólo creía en la astrología sino que también negaba el cambio climático y creía en la comunicación con los muertos. ¿Por qué un Premio Nobel de ciencia creería en estas cosas? Al parecer, Mullis tenía muy presente un rasgo cognitivo que le permitía encontrar patrones (patternicity). Así como este rasgo le permitió desarrollar una técnica químico-médica clave para la humanidad, también lo llevó a creer en cosas que no tenían ningún sentido científico.

Ciencia y pseudociencia

La ciencia es el resultado de una actividad humana universal que pretende obtener conocimiento profundo y verdadero acerca del mundo. Caracterizar exactamente la ciencia es algo extremadamente complejo, porque la ciencia en sí es una actividad muy compleja. Ejemplos de disciplinas científicas son la biología, la astronomía, la psicología y la meteorología.

Gracias a la ciencia y a la tecnología científica hoy disponemos de vacunas, la expectativa de vida se duplicó, nos transportamos en autos en vez de carretas, cruzamos océanos en aviones en vez de barcos, podemos comunicarnos de manera instantánea con alguien que está del otro lado del mundo, podemos explorar el espacio, usar heladeras y aires acondicionados, realizar transfusiones sanguíneas… Es cierto, la ciencia se equivoca a menudo, pero es el mejor modo de descubrir la falsedad y el único para obtener verdades profundas sobre el mundo. Todo lo que se conoce puede conocerse mejor si se lo estudia desde una perspectiva científica, y el pensamiento crítico propiciado por esta perspectiva científica puede ayudarnos a tomar mejores decisiones, como individuos y como especie.

Caricatura sobre la concepción de ciencia y pseudociencia. Artista
desconocido.
Caricatura sobre la concepción de ciencia y pseudociencia. Artista desconocido.

¿Qué es entonces la pseudociencia? El ser humano se las ha rebuscado a lo largo de la historia para falsificar cualquier cosa: dinero, una amistad, una obra de arte, una democracia. Y la ciencia también es plausible de falsificación. A la falsificación de la ciencia la llamamos pseudociencia. Una pseudociencia es algo que se disfraza de ciencia pero no lo es. En oposición a la universalidad de la ciencia, la pseudociencia responde de manera distinta de acuerdo a la cultura o grupo que la practique.

Quienes practican la astrología afirman tener conocimiento sobre astronomía, y hablan en nombre de la ciencia para justificar falsedades: la astrología es, pues, una pseudociencia, y como tal su objetivo no es buscar la verdad, sino intentar consolidar su marco de creencias.

Pienso que el científico es moralmente responsable de la actividad que desarrolla. Y en la responsabilidad que uno tiene, debe desmitificar en general y cuestionar en particular a las pseudociencias relacionadas a su profesión. Espero que este artículo contribuya, al menos un poco, en ese sentido.

Referencias

  1. Abaroa, Leandro. (2021). Astronomía Vs. Astrología, ciclo de charlas del Planetario UNLP.
  2. Bunge, Mario. (2007). A la Caza de la Realidad, Gedisa.
  3. Bunge, Mario. (2011). Pseudociencias, ¡vaya timo!, Laetoli.
  4. Henry, John. (2008). The Scientific Revolution and The Origins of Modern Science, Palgrave McMillan.
  5. Romero, Gustavo E. (2018). Scientific Philosophy, Springer.
  6. Romero, Gustavo E.. (2021). Curso de Filosofía Científica, clases 15-19
  7. Sagan, Carl. (1980). Cosmos, Random House.
  8. Shermer, Michael. (2011). The Believing Brain, Brown book group.

Sobre el autor

Leandro Abaroa es licenciado en Astronomía y docente en la Facultad de Ciencias Astronómicas y Geofísicas de la UNLP. Es becario doctoral de CONICET, con lugar de trabajo en el IAR. Actualmente se encuentra investigando los vientos que se producen en agujeros negros súper acretantes.

Contacto: labaroa@iar.unlp.edu.ar