Por Juan José Larrarte

El pasado jueves 31 de octubre de 2019 será recordado tristemente por el IAR (Instituto) a partir del fallecimiento de uno de sus pioneros y uno de sus más relevantes miembros, el Ingeniero Emilio Manuel Filloy, Emilio como lo conocíamos todos aquellos que tuvimos la fortuna de compartir días de trabajo con él.

La muerte viene acompañada de flores, las flores del reconocimiento, pues ser coronado en vida resulta complicado de conseguir. La muerte hace buenas y honorables a las personas y, salvo excepciones, hasta los enemigos se vuelcan en elogios por la persona que acaba de abandonarnos. Sin embargo, Emilio respondió a ese selecto grupo que, por la trascendencia de su obra y su don de gente, nos llevó a homenajearlo mientras estaba entre nosotros, durante la conmemoración de los 50 años del Instituto. En aquella oportunidad, Emilio nos dio su última lección, rememorando en su discurso los días épicos de nuestra institución, hasta los que no lo conocían vibraron con sus palabras.

Emilio nació el 6 de febrero de 1939 en la Capital Federal; su formación como bachiller la realizó en el Colegio Nacional de Quilmes José Manuel Estrada (1951-1959). Se graduó como Ingeniero en Telecomunicaciones en la Universidad Nacional de La Plata en 1961 y de inmediato se integró a la actividad académica. Emilio fue becado por la Secretaría de Comunicaciones y la Comisión de Investigaciones Científicas de la Provincia de Buenos Aires como alumno destacado del último año de ingeniería y comienza a trabajar en el Instituto, contratado por el CONICET hasta 1966 en que ingresa a la carrera del Técnico, creada en esos días. Se desempeña en distintos cargos de responsabilidad hasta el año 1999 en que decide pasar a la actividad privada, transfiriendo toda la experiencia obtenida en diversos campos de la ingeniería (electrónica – su especialidad – eléctrica, mecánica e ingeniería de sistema).

Su búsqueda permanente del equilibrio y, como buen ingeniero, su obsesión por el buen uso de los recursos, le permitieron completar su proyecto de Vida, a la que amaba y se aferraba. Su Familia y su Profesión convivían en un delicado equilibrio no exento de necesarias contradicciones que lo afirmaban en su decisión. Contrajo matrimonio con Lidia Galván el 3 de diciembre de 1964 y de esa unión nacieron Mariana y Diego, cuyas raíces se expandieron en los nietos, de los que se sentía sumamente orgulloso. Pese a su agnosticismo estaba convencido que su Familia y su Profesión le daban la cabalidad de la tarea encomendada por un orden superior.

Su vida profesional está emparentada con la fundación del Instituto y su posterior desarrollo. Por otro lado, su vocación y dotes para transmitir los conocimientos y las ideas lo llevó a desempeñarse como docente en las universidades de La Plata (UNLP), Buenos Aires (UBA) y Tecnológica Nacional (UTN), Regionales Buenos Aires y Avellaneda, donde además de docente ejerció cargos en la gestión y participó como jurado titular en numerosos concursos para profesores y auxiliares docentes correspondientes a distintas cátedras. También fue Profesor Adjunto (ad-honoren) en la cátedra de Radioastronomía de la Facultad de Ciencias Astronómicas y Geofísicas de la UNLP.

El buen criterio de ingeniería que lo caracterizaba, anclado en lo que conocemos popularmente como sentido común, se pueden apreciar aún hoy en aspectos vinculados al desarrollo de la instrumentación radioastronómica local, que dieron y continúan dando lugar a una profusa producción científica observacional y de formación de recursos humanos. Desde sus comienzos (1961), cuando apenas recibido de ingeniero en la Universidad de La Plata viajó al National Radio Astronomy Observatory (NRAO), Estados Unidos, para imbuirse de los aspectos técnicos e instrumentales relacionados con los radiotelescopios, hasta que emigró de la actividad, estuvo fuertemente conectado con el devenir del Instituto, formando parte del grupo fundacional, ocupando el cargo de Director, Responsable del Área Técnica y liderando proyectos de desarrollo institucional e instrumental.

Participó activamente en la construcción de la Antena 1 y la instalación del primer receptor multicanal y de continuo para la línea de 21 cm del HI, cuyos materiales y equipamiento fueron enviados por la Carnegie Institution of Washington (CIW). Durante ese período trabajó con quien luego reconociera como su padre profesional, el Ing. Everett Ecklund, su hermano de la vida, el Ingeniero Ruben Dugatkin, y un grupo de pioneros profesionales y técnicos muy calificados. Al tratarse de una época fundacional, estuvo involucrado en el diseño y la construcción de la infraestructura del Observatorio: los edificios – Principal, el laboratorio de electrónica, el taller mecánico, la vivienda de los caseros, el comedor para el personal y la sala de máquinas – la provisión de energía, las comunicaciones telefónicas y las fundaciones de las antenas.

Desde el punto de vista instrumental lideró la construcción de la Antena 2, a partir de la experiencia obtenida con la Antena 1, el desarrollo de receptores que ampliaron las posibilidades de observación con la inclusión de nuevos modos y técnicas de observación, mejora en la Temperatura de Ruido, cambio de la superficie de la Antena I y la digitalización de su posición, y un espectrómetro multicanal basado en bancos de filtros con distintos anchos de banda. Dentro de ese amplio universo de contribuciones se destacan el receptor de 1978 para la Antena I, desarrollado juntamente con la CIW de Estados Unidos, y el polarímetro de 1982 para la Antena II, en conjunto con el Max Planck Institute für Radioastronomie de Alemania. Ambos proyectos incluyeron en su momento hitos de la informática, la mítica microcomputadora PDP-11/20 y la primera versión de una Computadora Personal IBM respectivamente. Sin embargo, lo destacado de su actitud fue la comprensión y fomento dentro del Instituto del tiempo tecnológico que se avecinaba y que hoy conocemos como Revolución Digital.

Su rica trayectoria no estuvo aislada de las vicisitudes políticas y sociales que rodearon la actividad del Instituto. Como consecuencia de una nota enviada por el personal del Instituto al CONICET, invitando a adherirse a una huelga general en mayo de 1969 que terminó con serios disturbios en la ciudad de Córdoba, conocidos como “El Cordobazo”, marcó el final del gobierno de Onganía y del Director del IAR, quien también había firmado la nota, y un sumario a todo el personal del Instituto, incluyendo la posibilidad de su cierre. En estas circunstancias, el Ing. Filloy, que poseía el cargo de Director del Observatorio, fue nombrado Director del Instituto hasta mediados de 1971, cuando fue designado el Dr. Kenneth C. Turner, perteneciente al Department of Terrestrial Magnetism (DTM) de la CIW (Historia del IAR – Esteban Bajaja, 2009).

Siempre junto al colectivo del Personal Técnico del CONICET , lo acompañó en situaciones favorables y desfavorables. En todo momento estuvo atento, presintió, advirtió, acompañó y brindó la oportuna ayuda o el aliento necesario. En este sentido, fue muy requerido y demandado en las interconsultas cotidianas, obsequiándonos su experiencia, conocimientos y sabiduría.

Se sobrepuso a lo particular y a lo privado. Primero siempre estuvo atento a la colectividad. Siempre priorizó el fin, lo general, lo más importante, lo primero, lo urgente, lo de los demás, la especialidad; pero sin olvidar que la historia la hacen los hombres y las mujeres.

Como pionero, tenemos de él la imagen del carácter, la firmeza, la capacidad de exigir y de juzgar. Estas características le merecieron el nombre de “El Dueño” y muchos de nosotros todavía sentimos la presión de su mano franca, su severidad y al mismo tiempo el aliento de sus palabras.

Algunos comentarios de quienes fueron sus compañeros de trabajo:

Dr. Ricardo Morras (ex Director, 2000-2007): «un sentido homenaje al INGENIERO Emilio Filloy (ingeniero con mayúsculas) y que, para quienes fuimos sus compañeros, era simplemente Emilio. Nos deja el recuerdo de una personalidad de enorme honestidad intelectual. Era poseedor de una gran capacidad para trasmitir sus conocimientos de manera simple y a muchos de nosotros nos introdujo en el mundo de la instrumentación radioastronómica.  Fue uno de los fundadores del Instituto y, a lo largo de varias décadas, compartimos su amistad. Gracias Emilio y, a pesar de que tanto vos como muchos ya estamos retirados, te vamos a extrañar.»

Enrique E. Hurrell: «todo el grupo técnico y científico que tuvo la oportunidad de trabajar con él sentimos a fondo la influencia de un gran profesional como fue el Ing. Emilio Filloy. Yo, particularmente le debo la forma de como encarar los problemas técnicos correctamente. Por otro lado, también aprendí mucho de su personalidad: sabía tolerar cuando se debía tolerar, pero era enérgico cuando las circunstancias obligaban a intervenir de manera decidida. Mucho de mi modo de ser lleva incorporado definitivamente algo de Emilio. Siempre le estaré muy agradecido y lo recordaré …«

Abel Santoro: «Desde 1977 año en que ingresé al Instituto hasta el día que se jubiló, siempre trabajé bajo las órdenes del Ingeniero Emilio Filloy, yo diría de él que fue una persona «exacta» tanto en la parte humana como profesional, llegamos a tener un gran afecto mutuo, lamenté mucho su partida.«

Juanjo Larrarte: «maestro severo, intelectualmente honesto y profundamente humano. Miembro de ese exclusivo grupo conocido como Los Imprescindibles. Fui su discípulo, nos demostró que podíamos confiar en él, y en las situaciones difíciles contar con su ayuda desinteresada y espontánea. Al final, terminamos como compañeros entrañables…volveremos a encontrarnos, mientras tanto tendremos que hablar de muchas cosas…»

Emilio, es de los que fundan y construyen, maestro de generaciones. Seguir su ejemplo, con la palabra y la acción, es el homenaje más leal a su legado.

Foto 1: 1962 – Emilio instalando una antena Yagui. Foto 2: 1968 – Emilio en la Jaula de Faraday que contenía los filtros del receptor multicanal en la sala de control. Foto 3: 1970 – Asado de Fin de año, Emilio (derecha en cuclillas) con muchos de los pioneros. Foto 4: 1965 – Emilio y la Antena 1 en plena construcción. Foto 5: 1975 – Emilio (atrás en el medio) como líder del Observatorio con el personal científico y técnico que pintaron la Antena 1. Foto 6: 2016 – En el Aniversario de los 50 años de fundación del IAR (derecha).